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El  2 de septiembre en la Universidad Central se realizó el conversatorio El Aporte de la Antropología al estudio de las memorias de la violencia política en el Cono-Sur, que contó con la exposición de la prestigiosa antropóloga Ludmila da Silva Catela, Doctora en Antropología Cultural y Magíster en Sociología de la Universidad Federal de Río de Janeiro y profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba.

“¿Cómo hacer una etnografía de algo tan cercano, para mí, como es la gestión de un sitio de memoria?” fue la pregunta con la que la inició su presentación Compromiso para investigar. Memorias para producir. Investigación y gestión de espacios y políticas de memoria.

Da Silva Catela comentó que esta es una pregunta recurrente cuando debe reflexionar sobre su participación como directora del Archivo Provincial de la Memoria y Sitio de Memoria ex D2 en la provincia de Córdoba, Argentina, entre 2006 y 2015.

Los cuestionamientos en torno al quehacer desde su disciplina tenían que ver con la distancia del observador al involucrarse con el “objeto de estudio”, el cómo tomar distancia para abordar trabajos de memoria.

En este sentido señala que “el trabajo en un sitio de memoria implica continuamente correr las fronteras de las categorías de alteridad”, lo que implica para “quienes están acostumbrados a observar esta otredad desde el campo de la investigación” tener la necesidad de traducirla continuamente y así poder dar respuestas a estos límites difusos entre el nosotros y el otros.

En ese punto, da Silva Catela identifica la aparición de un conflicto, cómo gestionar el pasado desde el espacio público viviendo en la frontera: la dualidad ‘investigador’ y ‘militante de los derechos humanos’. “Es interesante esta impureza de identidad, ya que en la construcción del “nosotros” algunas veces esta impureza servirá como estrategia de exclusión y estigma y otras veces funcionará como legitimación de la pertenencia al mundo del nosotros” afirmó.

Al respecto invierte la pregunta inicial ya que considera que “¿Más que lo que los investigadores pueden aportar al mundo de la gestión, deberíamos poder preguntarnos, que es lo que los investigadores pueden aprender de la gestión del pasado en el espacio público?. Da Silva considera que la retroalimentación es una de las mejores formas de “poder tornar reflexivas nuestras miradas de investigadores, muchas veces basadas en la superficialidad de los procesos de memoria”.

Desde su experiencia como directora de un sitio de memoria piensa que las políticas públicas no se pueden generar sin el interés y la política de individuos que las llevan a cabo. Por lo que el desafío de los sitios de memorias es ser instituciones que no pierdan su autonomía, que militen críticamente, que puedan discutir y oponerse a la indiferencia con la cual se gestan muchas políticas públicas, es decir convertirse en un ente burocrático. “Un equilibrio entre lo público sin desatender los afectos y el cuidado del otro”, estar receptivo a cómo se vive el ejercicio de memoria, “poner en riesgo lo establecido, lo legitimado, lo cristalizado y asumir los conflictos y debates que esto genera”.

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