Una crónica de la impunidad:

La complicidad del estado chileno con el hospital de colonia dignidad

Por Gabriel Rodríguez Bustos

 Hospital de Colonia Dignidad. Foto de Marcelo Agost

Hospital de Colonia Dignidad. Foto de Marcelo Agost

Paul Schäfer y su secta llegaron a Chile en 1961 burlando los controles internacionales. El ex camillero de las Wehrmacht convertido en predicador sectario y director de coros infantiles estaba siendo investigado por abuso de menores en Alemania. Debía huir o podía terminar tras las rejas. Y después de buscar en diversos países aterrizó en Chile.

La secta de origen bautista adquirió el predio El Lavadero que había pertenecido a colonizadores italianos en la pre cordillera de Parral. Muy pronto la mayor parte de sus seguidores arribó a la propiedad. Se instalaron en carpas y mediante el trabajo colectivo de adultos, jóvenes y niños edificaron un asentamiento que rodearon de rejas y alambradas. Y un portón de ingreso con una estética muy similar al “Arbeit Mach Frei” (el trabajo te hace libre) de Auschwits, la que aún se puede ver en su escuela. Como allá, el trabajo se convirtió en una esclavitud de 14 horas diarias que comenzaba en la niñez. Los hombres estaban separados de las mujeres y todos, menos el líder, vestían ropas usadas enviadas desde Alemania. Brutales golpizas se repetían a diario para alejar al “diablo” que se apoderaba de los que se rebelaban. Los abusos sexuales de los niños se naturalizaron. Esterilizaciones, electroshock y secuestros eran parte de la práctica de su Hospital ilegal.

Y también hubo quema de restos humanos el año 1978 en que la dictadura ordenó realizar en todo el país la Operación “Retiro de Televisores” destinada a hacer desaparecer todo rastro de los asesinatos cometidos en los años anteriores. Los restos calcinados de los ultimados en Colonia Dignidad fueron arrojados al río Perquilauquen.

Con asombrosa rapidez obtuvieron personalidad jurídica como institución de beneficencia lo que les permitió evadir impuestos e importar todo tipo de equipos y maquinaria. Schäffer nunca apareció en ningún documento, pero era el jefe indiscutido, el “tío permanente”, el profeta. Desarrollaron múltiples y oscuros negocios incluido el tráfico de armas. Gobernaba Jorge Alessandri Rodríguez.

Durante años se supo muy poco sobre la vida al interior del enclave. Un halo de hermetismo rodeaba las alambradas. Nadie sospechaba lo que en las décadas posteriores se iría revelando poco a poco como una de las mayores tragedias humanitarias del país.

Un lugar clave para el desarrollo de estos graves delitos sería el Hospital. Dotó a la Colonia de un falso halo de beneficencia y permitió ocultar por décadas los innumerables crímenes. Dicho recinto funcionó durante varios años sin autorización del Ministerio de Salud, con enfermeras y una médica no autorizada para ejercer su profesión en Chile. Allí se realizaron misteriosas operaciones a niños y niñas alemanas, se secuestró a una veintena de niños chilenos destruyendo sus vidas y a sus familias originales para convertirlos en esclavos, se aplicó electroshock para exorcizar el demonio y se generalizó el uso de psicofármacos por décadas, con nefastos efectos para la salud de los colonos (1).

El ex integrante de “Patria y Libertad” y luego agente de la DINA Miguel Becerra fue asesinado en el anexo del Hospital empleando algún tipo de veneno. Quería desligarse del siniestro organismo represivo. Algunos colonos trasladaron su cuerpo a un camino vecinal de la provincia de Linares. La versión de la Colonia fue que había sido ultimado por los comunistas. Por esta causa Schäfer fue condenado a siete años de prisión y dos de sus cercanos a 541 días como cómplices.

¿Cómo fue posible que por cuatro décadas estos y otros innumerables delitos se mantuvieran en la impunidad? ¿Cuándo el Estado chileno fiscalizó lo que sucedía en ese hospital y sancionó sus prácticas delictuales? ¿Por qué llegó a financiarlo amparando sus acciones inhumanas y sus crímenes? Las respuestas son complejas. Es claro que desde los altos niveles del Estado no se hicieron respetar las normas legales, no se sancionaron sus ilegalidades y se financiaron sus aberraciones. Seguramente influyó la germanofilia. Así como la precariedad económica, social y cultural de su entorno favoreció el ocultamiento de sus delitos.

Para escudriñar en esta historia solicité al Ministerio de Salud (Minsal) por Ley de Transparencia toda la información disponible sobre el Hospital de Colonia Dignidad. Recibí la escasa e incompleta documentación existente en el organismo estatal. Esta no nos permite recrear cronológicamente toda la historia del recinto, pero es suficiente para apuntar los momentos más importantes de una historia jalonada de irregularidades que destruyó la vida de cientos de ciudadanos chilenos y alemanes. Se trata de una “crónica de la impunidad” avalada por funcionarios públicos chilenos que jamás reaccionaron a la brutal y constante violación de los derechos humanos y a la pesadilla que se vivía el interior del “fundo modelo”.

Esto es lo que hasta ahora sabemos sobre esta triste historia.

1ª etapa: UN HOSPITAL ILEGAL

Harmut Hopp Director del Hospital de Colonia Dignidad. Foto de Marcelo Agost

Harmut Hopp Director del Hospital de Colonia Dignidad. Foto de Marcelo Agost

Entre 1961 y 1965 no hay antecedentes sobre su construcción y funcionamiento. Operó al margen de la legalidad chilena hasta el año 1968. Resulta insólito que en el primer Informe de fiscalización disponible (año 1966) se hace referencia a que la entrega de medicamentos y leche se realiza “de conformidad al oficio autorización del 1° de junio de 1965 de la Dirección General” del Servicio Nacional de Salud. Esto significa que desde ese año el Ministerio de Salud colaboró con dicho hospital a pesar de carecer de autorización para su funcionamiento y contar con profesionales no autorizados para ejercer en Chile. ¡Insólito por decir lo menos!

Este primer informe está dirigido al director de la VII Zona de Salud y da cuenta de una visita inspectiva a la farmacia del recinto. Se indica que el lugar cuenta con 20 camas y es una construcción de madera. El profesional informante señala que “no posee una Farmacia propiamente tal”. Sobre el uso de estupefacientes registra que “desde julio de 1964 han obtenido en una farmacia de Parral Demerol y Amidona…no existe libro Registro autorizado de estupefacientes”.

El Informe termina recordando que según el Código Sanitario ninguna farmacia puede operar si no es regentada por un Farmacéutico.
Un segundo Informe de Humberto Sandoval, Farmacéutico Zonal, constata que “la Colonia Dignidad no había dado cumplimiento a las disposiciones del Código Sanitario y del Reglamento de Farmacias”.

El profesional indica además: “que el Hospital mismo estaría funcionando sin autorización del Servicio Nacional de Salud”. Termina proponiendo un plazo de 30 días para regularizar la situación, caso contrario aplicar las sanciones correspondientes.

Hoy sería imposible que un Hospital funcionara al margen de toda normativa y con profesionales no reconocidos para trabajar en el país y cuente a la vez con un convenio con el Estado para entregar leche y medicamentos. Sin duda aquí operaron misteriosas y poderosas amistades y redes de apoyo del enclave.

Releo un tercer Informe firmado por el mismo profesional quien describe que “en realidad…no se tenía mayores antecedentes de lo que “era” y cómo funcionaba esta Colonia y solamente cuando la Prensa dio cuenta de algunas situaciones…el director zonal Dr. Galvarino Pérez, acompañado del Director del Hospital de Parral Dr. Héctor Campos, hicimos una visita a ella”.

Las “situaciones” aludidas seguramente fueron los intentos de fuga de Wolfang Muller (1962, 1963 y 1966), el primer colono que logró finalmente escapar y revelar los abusos sodomíticos de Schäffer, la separación obligada de las familias y los brutales castigos. Sus denuncias provocaron un enorme revuelo mediático y pusieron en la mira a la enigmática secta. Vendrán nuevas fugas exitosas: Hugo Baar (1984), Georg y Lotti Packmor (1985), Tobías Müller y Salo Luna (1997), todas con gran cobertura en la prensa nacional. Ninguna provocó una investigación del Estado chileno.

El Informe señala que el Hospital estaba funcionando “desde hacía algunos años”. Y que el fiscalizador le hizo presente al jerarca Gerd Sewald (esposo de Gisela Gruhlke que dirigía ilegalmente el recinto) y a Hernán Schmidt (representante legal de C.D.) que las irregularidades debían solucionarse a la brevedad.

En 1967 un nuevo Informe fechado el 31 de enero da cuenta que hasta la fecha “no se ha dado cumplimiento a las disposiciones del Código Sanitario en el sentido de solicitar autorización de funcionamiento” y propone otorgar un plazo definitivo para que se cumplan las disposiciones legales. Resulta evidente que dicha recomendación no fue atendida.

En febrero de 1968 un Informe incompleto del mismo funcionario da respuesta a un Oficio Confidencial de la Intendencia de Linares señalando que: la Dra. Gruhlke no ha revalidado su título en Chile; el Hospital de Parral proporciona los medicamentos y la leche para la atención de los pacientes del Hospital de la Colonia.

Se debe recordar que el Intendente de Linares Hector Taricco y el gobernador de Parral Claudio Fuentes fueron las únicas autoridades que se enfrentaron a la Colonia por el cierre ilegal de un camino público. El incidente terminaría con una masiva manifestación de campesinos en Linares apoyando al Intendente. Pero la Colonia solicitó al Senado el desafuero de Taricco, lo que asombrosamente fue aprobado.

En un cronograma anexo se indica que el Servicio Nacional de Salud solicitó al Registro Civil e Identificación que acepte certificados de defunción emitidos por Gisela Gruhlke. Una irregularidad evidente por cuanto quien sería denominada después la “Doctora Muerte” no había validado su título en Chile. Esto permitiría años después ocultar algunos de los crímenes ocurridos en el enclave, entre ellos la muerte del pequeño Harmut Munch Krham (8 años) en un oscuro episodio ocurrido en mayo de 1987. Munch era un sprinter (ayudante veloz) al servicio de Schäfer. Los testigos afirman que en una excursión de caza habría recibido un disparo del pedófilo. Otro testigo cuenta que el disparo lo habría realizado un militar de apellido Contreras que gustaba de visitar el enclave. La versión oficial fue que se cayó del camión y se golpeó la cabeza. Gisela Gruhlke no comunicó el accidente a la policía, ni realizó autopsia. En el procesamiento del juez Jorge Zepeda a los Jerarcas por Asociación Ilícita menciona entre otros delitos “el encubrimiento de la muerte del menor Munch Krham ocurrida al interior del predio, y un sin número de otras actuaciones debidamente planificadas, coordinadas y ejecutadas con relativo éxito”.

2a etapa: HACIA EL TOTAL FINANCIAMIENTO DEL ESTADO CHILENO

Harmut Hopp y Ingrid Seelbach asistente de Hopp en aplicación de electroshock. Foto de Marcelo Agost

Harmut Hopp y Ingrid Seelbach asistente de Hopp en aplicación de electroshock. Foto de Marcelo Agost

El 11 de julio de 1968 el Director de la VII Zona de Salud Galvarino Pérez mediante Resolución autoriza el funcionamiento del Hospital Particular de la Sociedad Benefactora Dignidad en el fundo “El Lavadero” por tres años. No hay registro de sanciones por las irregularidades cometidas, ni bajo que excepcionalidad puede operar un Hospital sin médicos, ni personal con títulos validos en Chile.

Entre los años 1969-1970 hay un vacío total de información.
Un documento de abril de 1971 contiene una solicitud de la Colonia al Director General pidiendo una cuota de 90 mil escudos en medicamentos y útiles de curación para el Hospital. Se indica que este pedido es para 3 meses. Las firmas son ilegibles. En septiembre del mismo año Hernán León, Director VII Zona de Salud renueva por tres años más el funcionamiento del Hospital Particular “El Lavadero”. Gobernaba el presidente Salvador Allende.

En febrero del año 1972, contra toda lógica, se firma un Convenio de Colaboración entre la Colonia Dignidad y el Servicio Nacional de Salud VII Zona. Se autoriza stock, recetas y consumo de estupefacientes lo que tendrá nefastas consecuencias para gran parte de los colonos, así como para los opositores a la dictadura, los que serán torturados y sometidos a diversas formas de apremio, incluyendo el uso de drogas. El Servicio se compromete a proporcionar medicamentos, vacunas, material para vendajes, materiales para radiografías, materiales para atención dental, pañales, leche y alimentos para niños y madres. Además de contratar a Gisela Gruhlke y proporcionar un profesional para la atención dental.

¿No tenía el gobierno información sobre los que sucedía en Colonia Dignidad? ¿Por qué no se investigaron las denuncias de Wolfang Muller? En ese tiempo la Colonia ya poseía un gran arsenal y su infraestructura era ocupada por “Patria y Libertad” para realizar atentados en la región.
Resulta evidente que la comunidad cercana a la Colonia, así como los ciudadanos de Parral nunca se enteraron de este Convenio y seguirán pensando durante décadas que este era un servicio financiado por la Colonia. Esta desinformación permitirá posteriormente organizar Grupos de Amigos de Dignidad para la defensa del enclave cuando las denuncias de los menores pongan finalmente a Schäfer en la mira de la justicia. No serán pocos los que participarán en esa lucha persiguiendo y acosando a quienes se atrevieron a denunciar los crímenes de la secta.

En noviembre del mismo año un Informe de Fiscalización indica problemas con las recetas y el control de los medicamentos. También se vuelve a señalar que: “El personal técnico en general…médico cirujano, enfermeras, matronas, auxiliares de enfermería y farmacia no tienen regularizada su situación para ejercer profesionalmente en el país”. Una irregularidad que hoy resultaría grave, sería causa de querellas y llamativos reportajes de TV.

El texto del magistrado Jorge Zepeda sostiene que los “tratamientos siquiátricos en contra de los jóvenes los dirigía la persona que hacía las veces de facultativa médico habilitada, con la tolerancia de la autoridad administrativa, pues no tenía habilitación legal para ejercer como médico en Chile. Tal agresión física en contra de los jóvenes colonos alemanes se hacía con orientación directa del líder, con el claro propósito de mantener el poder absoluto que sobre todos ellos él tenía”.

¿Ninguna fiscalización arrojó pistas sobre los abusos que se cometían? ¿Qué control ejercieron las autoridades sobre el uso de medicamentos psicotrópicos entre los colonos y los pacientes externos al enclave? No hay registro disponible.

Como dice el abogado Hernán Fernández “El Estado chileno comenzó a alimentar un verdadero monstruo cuya acción se hizo después incontenible y arrasadora”.

Entre 1973-1978 no recibí información alguna.

Un documento disponible indica que en mayo de 1979 se renueva el Convenio de Colaboración entre Colonia Dignidad y el Minsal. El convenio mantiene las mismas características del suscrito en 1972, salvo que a partir de este año el Minsal cancelará en dinero las prestaciones de salud. El cronograma indica claramente que “se efectuaron sucesivas modificaciones anuales…con el objeto de aumentar el financiamiento aportado por el Minsal”. Y agrega que “el convenio de 1980 fue suscrito por el Delegado de Gobierno en el Servicio Nacional de Salud y los posteriores por el Director del Servicio de Salud del Maule, previa autorización escrita del Subsecretario de Salud”.

No hay más información hasta el año 1982 en que existe una carta de Harmut Hopp dirigida al Director del SSMaule. En ella Hopp solicita un aporte de 25 millones de pesos para el Hospital. Poseen un avión Cessna 206 y 5 ambulancias y se les han autorizado 3 frecuencias radiales.
Sobre los dineros acumulados por la Colonia a través de sus múltiples negocios legales e ilegales hay un manto de oscuridad que no ha podido ser desvelado. Una parte de esa riqueza financió la fuga del criminal junto a su círculo inmediato y sus refugios de lujo en Argentina.
Hay declaraciones judiciales de testigos que mencionan el uso de ambulancias de Colonia Dignidad para el traslado de perseguidos políticos y también de restos de personas asesinadas en el lugar.

El ex colono y actual abogado de muchos colonos Winfried Hempel declaró en un Seminario Internacional realizado el año 2015 que “…hay un individuo…que esta castrado, que está mutilado en ciertas partes de su cuerpo. En su infancia fue privado a veces tres semanas de comida, cinco días sin comida, sin alimentos…Fue dopado durante 20, 30 años…”

El único lugar donde pudo ser castrado y dopado por años es en el Hospital de la Colonia.
Como la opinión pública sabe, años después Hopp fue condenado por la justicia chilena por su complicidad con Schäfer en la violación y abuso de menores, pero logró fugarse a Alemania donde ha conseguido completa impunidad.

Otro vacío de información y llegamos a diciembre de 1985 en que una Resolución Exenta autoriza a una serie de profesionales extranjeros para desempeñarse en el Hospital. Ellas son una médica, una matrona, un tecnólogo médico y seis enfermeras. Firma la Resolución Fernando Poblete Oyarzun.

3ª Etapa: EL HOSPITAL DE COLONIA DIGNIDAD EN DEMOCRACIA

Gisela Grulke junto a su esposo Gerd Sewald. Grulke dirigió ilegalmente durante varios años el Hospital de Colonia Dignidad. Sewald es quien creó el archivo de "fichas de Colonia Dignidad

Gisela Grulke junto a su esposo Gerd Sewald. Grulke dirigió ilegalmente durante varios años el Hospital de Colonia Dignidad. Sewald es quien creó el archivo de «fichas de Colonia Dignidad

Con la transición a la democracia se inician diversos procesos judiciales contra la Colonia por evasión de impuestos e incumplimiento de leyes laborales, entre otros. Los Jerarcas reaccionan distribuyendo los bienes en distintas sociedades comerciales. En 1991 se produce la venta ficticia de la Colonia a personas naturales y jurídicas. El inventario del Hospital fue tasado en 500 mil dólares lo que no es mucho para un Hospital supuestamente moderno.
El Hospital pasa a ser propiedad de la Sociedad Inmobiliaria e Inversiones Cerro Florido Ltda.

En 1995 dicha Sociedad arrienda el Hospital a la creada Organización Comunitaria de Desarrollo Social Perquilauquen. Su representante legal seria Albert Schreiber Rauschernberger, quien también escapará de la justicia para refugiarse en Alemania.
No hay antecedentes hasta 1994 en que un documento da cuenta de una visita al Hospital realizada por una Comisión integrada por dos médicos y una enfermera del SSMaule. En este informe aparece un nuevo cronograma con alguna información interesante: en abril de 1988 se cambia la denominación del Hospital “El Lavadero” por Hospital “Villa Baviera” y se registra como Director Técnico a Harmut Hopp; en noviembre de 1989 se autorizó ampliación a un total de 67 camas; en octubre de 1991 se puso término al Convenio de Colaboración como consecuencia de la cancelación de la personalidad jurídica del enclave realizada por el gobierno del presidente Aylwin.
Resultados de la visita: Salvo algunas indicaciones sobre reglamentos e infecciones intrahospitalarias, el Informe es altamente positivo para el recinto.
A pesar de todas las denuncias por secuestro de menores, abuso de psicofármacos, esterilizaciones y electroshock recién en junio de 1998 el Minsal caduca la autorización para su funcionamiento. La Colonia recurre a la Corte de Apelaciones y a la Corte Suprema. En noviembre del mismo año la Corte Suprema ordena reabrir el Hospital.

Después de largos procesos el año 2005 la justicia detiene a Hopp por su complicidad con los abusos del pedófilo Schäfer. En agosto del mismo año la Secretaria Regional Ministerial de Salud del Maule decidió clausurar nuevamente el Hospital por no contar con el personal idóneo para ejercer la dirección. La diligencia se cumplió con un enorme despliegue de medios de comunicación. El recinto se encontraba casi vacío a excepción de dos ancianos en el tercer piso. Era evidente que apenas funcionaba y que los pacientes ya no acudían a un lugar que había sido objeto de tantas denuncias. Durante el procedimiento llamó la atención la sobreabundancia de psicofármacos, por lo que el Seremi solicitó una investigación de la cual no tenemos información.

Ese mismo año en Argentina caería Schäfer después de 8 años de fuga y la Colonia comenzaría a transformarse en un complejo turístico con nuevos apoyos de los Estados de Alemania y Chile, así como nuevas investigaciones judiciales.

EL PRECIO DE LA IMPUNIDAD

La captura de Schäfer debilitó el poder de los Jerarcas. El Estado de Chile por fin lograba avanzar contra ese antro de impunidad y vida paralela, un verdadero gueto inalcanzable, con sus propias leyes. Esto facilitó la salida gradual de un centenar de colonos que finalmente rompieron el circulo de la manipulación religiosa y el miedo, la mayoría de los cuales regresó a Alemania. Unos pocos residen en diversas localidades de Chile en precarias condiciones. Todos con sus vidas destruidas por el trabajo esclavo desde la infancia, el abuso de psicotrópicos y el cumulo de crímenes y delitos vinculados al enclave.

Con el tiempo, algunos de los menores chilenos secuestrados han logrado rehacer sus lazos familiares, otros los perdieron irreparablemente, así como sus vidas abusadas y marginadas. Nunca supieron lo que era la caricia de unos padres y vivieron un infierno donde las palabras amor y ternura no existían.

Unos 120 colonos aun residen en el lugar, hoy dirigido por un Directorio integrado por los hijos de los Jerarcas. Los signos de apoyo de la comunidad local y regional han desaparecido, pero se sigue propiciando el turismo en medio de las fosas donde se sepultaron los restos de los asesinados. La justicia ha logrado identificar el lugar donde sus restos fueron incinerados, así como los subterráneos donde se torturó y asesinó a opositores a la dictadura. Pero no ha logrado identificar los nombres de todas las víctimas.

Ninguno de los menores abusados por Schäfer han sido indemnizados. Vuelvo a citar al abogado Fernández: “el terreno verde de Colonia Dignidad está regado con la sangre de niños y niñas inocentes…se trata de un caso triste de tortura y esclavitud infantil”.

El ex Hospital se transformó en un Centro para Adultos Mayores y la atención de salud la realiza un equipo dependiente del Hospital de Parral.
Una tragedia que pudo evitarse si los organismos encargados de velar por el cumplimiento de las normas legales y el respeto a los derechos de las personas hubieran cumplido con su deber.


1.-Sobre el secuestro de niños chilenos, como el consumo obligatorio y masivo de psicofármacos se puede ver el libro “Chile. Colonia Dignidad. Los gritos de las víctimas” de Gabriel Rodríguez, Mago Editores 2020.

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