“Sobre todo se intentaba darnos a los jóvenes, y también a los adultos, la sensación de que nos encontrábamos en el camino correcto de la fe, mientras que afuera los mundanos iban hacia el abismo. Esto ante todo nos convertía en una clase especial. Y esa sensación de ser mejor en el diálogo con Dios probablemente también lo llevaba a uno a hacer la vista gorda ante ciertas situaciones irregulares o someterse a lo que se exigía”.

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